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Volvió Lilo & Stitch… y sí, volvimos a llorar en silencio en el cine
Lilo & Stitch regresa 23 años después con una versión en acción real que emociona, respeta y reconecta con su esencia original.
Por:Hace 23 años conocimos a un "perro azul" que en realidad era un experimento genético fugitivo del espacio. Gritaba, mordía, destruía todo… y, aun así, se robó nuestro corazón. Su nombre era Stitch. Hoy, después de tanto tiempo, ha regresado.
No en forma de secuela, ni con esos spin-offs que casi nadie recuerda. Volvió de verdad. A la pantalla grande. Con nostalgia, con emoción… y con una tecnología tan bien lograda que, por momentos, juré que podía tocarlo.
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Tuve la oportunidad de asistir a la premiere en Colombia el pasado 18 de mayo, y seré honesto: después de tantos live actions que no convencen, uno va preparado para la decepción. Pero no. Esta vez, no.
Lilo & Stitch no es perfecta, pero probablemente sea la mejor adaptación en acción real que Disney ha hecho en años, según los expertos, y puedo confirmarlo. ¿Por qué? Porque no se limita a replicar lo que ya vimos: profundiza, respeta, aporta. Y, sobre todo, emociona.
Las hermanas Lilo y Nani ahora tienen más fondo, más humanidad. La relación entre ellas no solo se cuenta, se siente. Y la actriz que interpreta a Lilo, Maia Kealoha, no actúa: vive el personaje. Tiene esa mezcla de dulzura, rebeldía e inocencia que hacía falta. Una niña que no sonríe por obligación, sino cuando le nace.
Y Stitch… bueno, no es de carne y hueso, pero se siente más real que muchos personajes humanos que hemos visto últimamente. Cada gesto, cada gruñido, cada mirada: te devuelve directo a esa sensación de infancia, cuando soñabas con tener un amigo así de raro, así de único, así de tuyo.
¿Tiene cambios? Sí. Algunos personajes no están. Pero lo cierto es que el espíritu de la historia sigue intacto. La frase “Ohana significa familia” vuelve a cobrar sentido. Y en una época donde todo es tan desechable, tan rápido, tan descartable… eso vale oro.
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No vengo a venderles la película. Vengo a decirles que, como fan, como periodista y como adulto que creció con la original… salí tocado. Y eso, en un cine repleto de celulares, ruido y distracción, es un logro.
¿Vale la pena? Sí. Porque es dulce sin ser empalagosa, divertida sin ser ridícula, y nostálgica sin reciclar. Porque no todos los días una historia de hace 23 años vuelve para recordarte que nadie se queda atrás. Ni se olvida.
Y porque hay algo hermoso en salir del cine con ganas de correr a abrazar a tu mascota... o a ese alguien que te hace sentir en casa.