Megaland 2025 celebró su edición número veinte este 29 de noviembre, y Bogotá volvió a vivir una de esas noches que quedan para la historia. El Estadio El Campín se convirtió en el punto de encuentro para miles de fanáticos del género urbano que esperaban con ansias ver a los artistas que hoy dominan la escena mundial. Desde horas antes del inicio, el ambiente ya prometía una jornada inolvidable.
El público llegó con toda la actitud: outfits vibrantes, carteles, maquillaje lleno de brillo y una energía colectiva que recorría cada esquina del estadio. Cámaras listas, gritos anticipados y un cielo bogotano que acompañó el momento fueron la antesala perfecta para recibir uno de los shows más esperados del festival.
Entre las presentaciones más destacadas de la noche estuvo la del puertorriqueño Álvaro Díaz, quien aterrizó en Bogotá con un repertorio que confirma su lugar como uno de los artistas más creativos, versátiles y aclamados del movimiento urbano actual. Su llegada al escenario desató una ola de euforia inmediata en las gradas.
Desde el primer minuto, Díaz se adueñó del lugar. Con una puesta en escena colorida, fresca y diseñada para conectar, el artista fusionó hip-hop, R&B, pop urbano y sonidos alternativos para crear un ambiente íntimo, emocional y a la vez explosivo. Su estilo particular, que combina ritmos suaves con barras poderosas, resonó profundamente con los asistentes.
Durante su presentación, sonaron algunos de sus temas más icónicos, convirtiendo a El Campín en un coro gigante. ‘Problemon’, ‘Llori Pri’, ‘Lentito’, entre otros, fueron recibidos con gritos, manos al aire y miles de celulares iluminando el estadio. Cada canción llevó a los asistentes por distintas emociones, desde la nostalgia hasta la euforia total.
La presentación de Álvaro Díaz cerró entre aplausos, ovaciones y una vibra única que solo un artista de su calibre puede generar. Su paso por Megaland 2025 reafirmó por qué es uno de los referentes más importantes de la nueva generación urbana: auténtico, creativo y con un poder de conexión que trasciende fronteras. El Campín vibró con él… y Bogotá lo dejó claro: lo quieren de vuelta.

